lunes, 26 de octubre de 2015

EDUCACIÓN Y GESTIÓN

Por un cambio de actitud

El ciervo de los pantanos era la presa predilecta para los pueblos originarios del Litoral. Consumieron la carne, la grasa e, incluso, el tuétano. Con el cuero levantaron toldos y se vistieron. Transformaron huesos y cornamentas en arpones, punzones, perforadores, colgantes, bastones de mando. Y para contrarrestar picaduras de víbora se valieron de los “bezoares” (cálculos gástricos).


El ciervo de los pantanos según el jesuita Florian Paucke (1719-1780)

El criollo fue más dispendioso. Tendía trampas de lazo en la senda de los ciervos y les metía bala cada vez que se presentaba la ocasión. Pero sólo cargaba con la carne de ciervas y cervatos (“manjar excelente”, al decir del escritor Marcos Sastre), la ramificada cabeza de los machos (trofeo habitual en los ranchos y, alguna vez, cotizada mercancía) y el flexible cuero, que en sus habilidosas manos se volvía tiento, polaina, “tirador” o pieza del apero.
En nombre de este magro aprovechamiento –o la mera costumbre– se consumaron otrora verdaderas matanzas en el Bajo Delta (ver Tiempos de exterminio). Y hoy, a despecho de la crítica situación del ciervo y su amparo legal, algunos siguen “despuntando el vicio”. De hecho, la caza furtiva es uno de los principales problemas que afronta la especie en la región.
A fines del siglo pasado, la Asociación para la Conservación y el Estudio de la Naturaleza (ACEN) comenzó el primer estudio sistemático del “pantano” en el Delta. Sus encuestas revelaron que buena parte de los isleños ignoraba que el ciervo corría peligro de extinción y que su caza se hallaba prohibida por ley. Esto llevó a desarrollar junto a la comunidad local un empeñoso programa de concientización, que duró casi una década.
El Proyecto Pantano, heredero en muchos sentidos de la labor de ACEN, se propuso retomar y ampliar aquella iniciativa pionera. El primer paso fue la edición del folleto educativo que invitamos a explorar al pie de estas líneas. Su distribución en las escuelas del Bajo Delta y la Fiesta del Isleño se complementa con las actividades de concientización que estamos articulando con las autoridades locales, los representantes comunitarios y el sector productivo. Creemos que la caza furtiva se combate con una comunidad advertida del riesgo que afronta el ciervo de los pantanos y partícipe de los esfuerzos que se realizan en favor de su conservación. El cambio valedero siempre empieza por casa.


Para abrir el folleto online clickeá acá




Tiempos de exterminio

Archivo Santiago D’Alessio

Antaño, en ciertas zonas del Bajo Delta, las grandes inundaciones se recordaban por la altura que alcanzaron las aguas... ¡y la cantidad de “pantanos” abatidos! Es que, ante crecientes y sudestadas, los ciervos se amontonan en los albardones, donde cazarlos al por mayor resulta un juego de niños. Lobodón Garra, en su libro Río abajo, consigna la matanza de 48 ejemplares en el arroyo Mosquito durante la “marea” de 1940 y, durante la del 51, “hazañas” idénticas en cada isla del Ibicuy. Hoy, en todo el Delta entrerriano, quizá sobreviva un número de ciervos parecido a los cobrados aquella vez sobre el Mosquito.

De Bichos Argentinos (Roberto Rainer Cinti, Ediciones Colihue, 2013)


Archivo Santiago D’Alessio

LA FOTO

El mágico encuentro se produjo en el predio forestal El Oasis, de Arauco Argentina, un atardecer de comienzos de primavera. La ciervita, tras un renuevo de sauce, observó con más curiosidad que cautela al fotógrafo apostado a la vera de su camino. Luego, aceptando la intrusión, prosiguió plácidamente su ronda de ramoneo. Y el fotógrafo no desaprovechó tanta gentileza.
Foto: Roberto Rainer Cinti



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